Con rotundidad cimentada sobre velos frágiles, la obra de Antonio Llanas llama desde el principio a la contradicción. Lo tangible, lo definido, lo matemático incluso (retículas que tratan de acotar la realidad a través de patrones concretos); lo corpóreo, en fin, se sustenta realmente sobre el ánima, que descubrimos en un segundo plano que se revela sutil, ligero, impreciso. Y, sin embargo, en virtud de esa contradicción que embarga la obra de Llanas, es ese plano difuso el que nos parece esencial e imprescindible.
Vanitas vanitatis, o tempus fugit, son elementos recurrentes en la trayectoria de Antonio. Cada obra suya es un espejo que nos enfrenta a nuestra propia imagen y nos devuelve un retrato lúcido de nuestra naturaleza, de nuestra condición humana, donde lo aparente no es lo importante, donde lo primordial está siempre detrás y es mucho más tenue y mucho menos evidente. Ese mensaje lleva implícito el de la fugacidad del tiempo, que se ceba de modo inexorable sobre todo lo sólido, lo material, lo visible.
Llanas es capaz, inexplicablemente, de conciliar esas contradicciones y ensamblarlas de una manera hermosa que desde el primer instante atrapa al espectador por la belleza plástica de cada cuadro. Y cada imagen es un interrogante, una sugerencia que espera respuesta sabiendo que no hay una única reacción; que una vez que el artista da a luz a una de sus obras ésta ya no le pertenece. Merece la pena acercarse a esta colección y descubrir nuestra propia lectura que será distinta de acuerdo con la perspectiva, la trayectoria, la historia de cada individuo. Mirarnos al espejo de los cuadros de Antonio Llanas es, siempre, aprender algo más sobre nosotros mismos.
Luisa María García Velasco, 2017

With rotundity cemented upon fragile veils, Antonio Llanas ́artwork appeals to contradiction from the very beginning. The tangible, the definite, the mathematical (grids which try to enclose reality through specific patterns); the corporeal, in sum, is sustained upon the anima, which we discover on a background that reveals itself as subtle, light, vague. And, however, because of the contradiction which embodies Llanas ́s work, it is that diffuse background indeed what we sense as essential and indispensable. Vanitas vanitatis, or tempus fugit, are recurring elements on Antonio ́s career. Each of his works is a mirror which confronts us with our own image and brings us back a lucid portrait of our nature, of our human condition, where the apparent is not the important, where the essential is always behind, much fainter and far less evident. Implicit in that message is that of how ephemeral time is, inexorably preying on all the sturdy, the material, the visible. Llanas has the inexplicable ability to reconcile those contradictions and assemble them in a beautiful way which from the first moment grabs the observer by means of the plastic beauty of each picture. Each image is a question, a suggestion waiting for an answer though we know that there is not just one response; that once the artist gives birth to his works they do not belong to him any more. It is worth visiting this exhibition and discovering our own interpretation, which will be different according to each one ́s perspective, path and history. Looking in the mirror of Antonio Llanas ́s pictures always means learning something new about ourselves.
Luisa María García Velasco, 2017

Si estáis en Almería no os perdáis la exposición de Antonio Llanas“Otras cartografías”, hasta el 6 de septiembre. Entre las sugestiones de su abstracción, cabe la de una mirada a ese territorio entorno, nuestro Sudeste, mitad desnuda y seca orografía a la par que cristalina y geométrica transformación del paisaje, producto de la nueva agricultura industrial de los invernaderos. Artificial diagramación de aquello agreste en esencia y que permanece, desmintiendo así Llanas que la abstracción sea ni mucho menos un escape de la realidad, si no, al contrario, la posibilidad de penetrar en sus entresijos, como sería aquí la dialéctica entre el tiempo histórico, humano, y aquel otro de la naturaleza primigenia y acaso perenne. Una carga conceptual que añade a su abstracción, aun alejada de los aparentes rigores de los neoconceptualismos al uso, sus muchas veces vacuo esteticismo, pues Llanas pone pie a tierra y mira con saña a una realidad que no le es indiferente, con cenitales perspectivas de aeropintura futurista, a la vez con el candor utópico y transformador de los envoltorios de su admirado Christo.
Antonio Leyva Sanjuán

TRAMAS DE LUZ
Por Luisa López Hita
La obra de Antonio Llanas revela que es la paradoja una de las claves formales y conceptuales que la presiden. La constante que emana de estos cuadros es la aproximación de elementos dispares (colores de distintas tonalidades, formas precisas de contornos difusos, composiciones geométricas de factura manual…) hasta convertirse en un todo indivisible.
El autor continúa con coherencia la línea que vimos en exposiciones anteriores y, fiel a si mismo, se adentra en la investigación de la rotundidad soportada sobre lo sutil y en la búsqueda de la esencialidad a través de elementos minimalistas. Sus cuadros se convierten en metáforas del ser y de la vida en tanto que manifiestan la relación, aparentemente contradictoria, entre lo corpóreo y lo anímico. Los formatos reflejan, como si de espejos se tratara, la multiplicidad del ser.
Sobre fondos de un sereno cromatismo, emergen categóricamente arquitecturas cuyas bases, de apariencia frágil por su transparencia o brillantez, conforman una imagen global, estable, que trasciende la evanescencia de sus constituyentes .Los elementos que soportan estas construcciones son rayas de barniz (superpuestas hasta formar series geométricas, vítreas, diáfanas) y polvo reflectante (que esparce su luminosidad en columnas aparentemente irresistentes); ambos, a pesar de connotar debilidad, flaqueza o desfallecimiento, se tornan en el conjunto estructura compacta, consistente. Es la luz, reflejada en ellos, la que redescubre unas formas que adquieren caracteres virtuales en tanto que proyectan una realidad que se desvanece, vibra, se ondula o se alabea según la perspectiva desde la que se contempla.
En otra línea de trabajo, encontramos como base conceptual la idea de raigambre medieval de la Emanación, que da título a una serie de obras. Esta idea, desarrollada en entramados dorados, apunta la posibilidad de vivir una manifestación espiritual en la contemplación y se materializa en una factura basada en las pautas binarias que genera la tecnología última. Este sincretismo conceptual y plástico, esta expresión de conceptos clásicos a través de formas abstractas, resultan nuevamente paradójicos.
Pero quizás lo que más puede llamarnos la atención como espectadores es el protagonismo que se nos confiere cuando nos paramos a mirar. La alternancia entre lo estático y lo dinámico que plantean los materiales que utiliza el autor hace que, lejos de querer establecer un contacto unilateral con quien las mira, las obras inviten al diálogo. La luz y sus reflejos obligan a la mirada a ponerse en movimiento para redefinir la realidad que suavemente se insinúa; la mirada, obedeciendo al deseo de descubrir, encuentra al desplazarse nuevas formas y comprueba que nuestras sensaciones son reinterpretables, que la percepción puede ser ambigua y que a veces la realidad no es lo que parece. Los cuadros adquieren una dimensión absolutamente contemporánea pues son elementos cargados de vida capaces de interpelar demandando respuesta.
Ahora podemos participar en esta conversación, responder a lo que nos preguntan y entablar con estas obras un diálogo que seguramente pueda resultar tan verosímil como excitante.
Luisa López Hita, 2007

…UN REGALO
Por Enrique Demetrio
Antonio Llanas. “Tramas de Luz”.
Hasta el 30 de enero de 2008, en la galería AM, de Roquetas de Mar.
"Lo principal de la forma es saber si surgió de la necesidad interior o no". Kandinsky.
Un regalo espiritual para las fiestas de fin de año es la exposición “Tramas de luz”, de Antonio Llanas, una muestra que debió ser más difundida por los medios para su inauguración y en consecuencia, más visitada por el público. Aunque no haya toros, bien pudiera, amigo lector, llegarse hasta la plaza de toros de Roquetas y visitar en uno de sus costados la Galería de Arte AM, bien vale la pena por la calidad excepcional de las obras que expone este artista granadino pero también almeriense.
La abstracción es, sin duda, la aportación estética más novedosa del pasado siglo, bifurcada entre el lirismo y la geometría, esta polaridad nacida desde su propio comienzo en 1904 con el lituano Chiurlonis llega hasta nuestros días con diferentes nombres. Antonio es continuador del último minimal devenido en abstraccionismo neogeométrico, pero su obra posee un lenguaje muy personal y menos ortodoxo, sencillamente es deudor de una sólida tradición ajena a cualquier representación de la realidad y donde los niveles de iconicidad con ella han desaparecido para objetivar otra realidad más esencial.
Es la pulcritud y la economía de medios formales y técnicos, lo que caracteriza, en un primer acercamiento todo el universo bien pensado de Antonio, tal vez demasiado bien pensado. Reo de líneas, sean estas rectas o curvas (femenino-masculino; yin-yan) o preso de la apariencia de un terciopelo que al acercarse es cortante vidrio lleno de deseo táctil. Líneas iridiscentes, polvo de vidrio o de asteroides, aglomerado con placenta cósmica y brillante.
Indudablemente las obras que logran una catarsis comunicativa con el equilibrio de estos escasos recursos formales, son las que más se quedan en la memoria. Tal vez ello no sea el objetivo del artista, porque mientras las obras no se exhiben son mudas, están a expensas de ser profanadas por su creador, no pueden defenderse, pero en cuanto salen a la luz rompen el cordón umbilical con su progenitor. Ese aumento confesional con cada nuevo espectador le permite una más amplia hermenéutica y se emancipan.
Para quien escribe, merecimiento especial tienen las obras “Perpetum mobile”, “Verticales”y “Dos femenino”, donde la vibración en una plana profundidad que reverbera, maravilla a la más vaga pupila, la última de ellas posee una fuerza de ruptura en el conjunto expuesto, por la saturación de un fondo rojo que recuerda las consecutivas capas trasparentes de la pintura flamenca.
La búsqueda de la luz como experiencia mística hacia la verdad… un laberinto filosófico que si en el pasado su obsesión podía curarse con la reclusión monástica y una rígida escolástica, hoy en día, para un artista abstracto y geométrico, que reprime y traduce sus emociones en sensaciones, es difícil sobrellevar sin píldoras… sólo que, a veces, la mecánica terapéutica del taller o la tercera copa de vino, ayuda a aplacar los demonios de la razón, ahí la naturaleza de lo interior y la búsqueda de paz.
Antonio se hace eco de la máxima zen de que lo más cercano a la belleza es la simplicidad. Desde esta óptica su obra está más próxima al oriente que al occidente, más lejos de la cegadora luz de Hildergard Von Bingen que de la sabiduría intuitiva de la espada de Prajna.
La honestidad expresiva y el talento del artista lo alejan del academicismo o del decorativismo, en que cualquier movimiento puede degenerar. Antonio piensa el arte con una vehemencia que asusta, piensa y sufre el acto creativo con esa seriedad, que sólo la madurez asiste…se acerca a la luz, a la verdad con la necesaria desnudez para llegar a Dios.
Enrique Demetrio,diciembre 2007

ANTONIO LLANAS EN LA GALERIA DE ANA MERCADER
Por Carmen Rubio Soler
Ayer fui a una exposición. Así dicho no es mucho, pero sí cuando comprendemos que lo que hemos visto es una gran exposición. Que hemos presenciado y compartido un intercambio de regalos visualmente brillantes. Y eso es lo que Antonio Llanas consigue en esta muestra en la Galería de Ana Mercader en Roquetas, regalarnos imágenes.
Después de una larga gestación conceptual, de una sensible interpretación intelectual de su entorno, comienza una labor meticulosa y cuidada en la que desarrolla su factura, trabajada y virtuosa. Si bien la obra finalizada nos puede parecer sencilla, el proceso creador ha sido largo y doloroso, una labor investigadora de materiales y de las posibilidades comunicativas de estos, una cariñosa pelea con el cuadro para que finalmente comunique la idea buscada, o la historia que persigue. Y este difícil camino termina en un diálogo amable y fácil del espectador con la obra.
Antonio mide el tiempo, lo mide gráficamente, de forma casi claustrofóbica, ¿agobiante? No ,no diría eso nunca. Sí, es cierto que nos obliga a la meditación y la reflexión, que para muchos llegará incluso a ser denuncia y compromiso social. Pero esas marcas de los días, de las semanas, el pintor las convierte en imágenes descontextualizadas que crean un ritmo musical, constante y armonioso. Esas jaulas, esas barreras nos invitan al mismo tiempo a atravesarlas, como en un rito de iniciación o de paso. Aparecen entonces los cuadros de las trasparencias, de la profundidad, de las superposiciones, imágenes que nos hablan de lo que hay detrás, de reflejos, no de sombras.
Descubrimos las ciudades de Llanas, construidas y destruidas, frágiles, como “castillos de cartas de cristal”, transparentes, quebradizas y al mismo tiempo rotundas, de peso, limpias, vacías, no interpretadas como decorados, sino frágiles protagonistas. El cristal, el vidrio, se convierten en agua, en espejos, en transparencias. Los materiales se han convertido en cómplices del pintor para transportarnos, es cuando descubrimos esa minuciosa labor en el taller. Y nos encontramos con “Ofelia”, con el agua con el alma y con el aire.
La obra de Llanas tiene esa característica de las cosas sencillas, que son fáciles y amables en el trato, que no nos intimidan. Pero poco a poco vemos más, notamos como el cuadro cambia. No es ahora el mismo que hace un rato, la luz lo ha modificado, nosotros no estamos ya en la misma posición, nos hemos movido, él sigue siendo el mismo, y ha cambiado. Entonces comenzamos a pasear de otra manera, miramos cada obra de lejos y de muy cerca, desde aquí o desde allá. Queremos reconocer nuestro mundo en esa obra, miramos el título, sonreímos. El diálogo de la obra y el espectador comienza a fluir. La galería se convierte en ese momento en un espacio escénico, eso lo sé, pero dejo de tener claro quienes son los actores (o siquiera si los hay, que los habrá). El cuadro para ser necesita del visitante y visitante deja de ser entonces espectador. Y la presencia, nuestra presencia de vida al acto. Ese es el motivo por el que la obra de Llanas se crece al visitarla, por lo que es un regalo del que tenemos que disfrutar.
Carmen Rubio Soler, diciembre 2007

TRADUCCIÓN:
El autorretrato como código
El español Antonio Llanas expone en la Galería Kunstschatz69
Un fondo rojo, texto, líneas discontinuas y pequeños objetos redondos que pareecn flotar en el aire. Puede resultar difícil de creer, pero esta imagen es un autorretrato. En “Codex XII” de Anronio Llanas no se observa ninguna figura humana. Karola Müller expone en su Galería Kunstschatz69 un total de seis cuadros de esta serie hasta el 7 de diciembre.
Las líneas discontinuas y punteadas son códigos binarios que el artista español ha copiado, con ayuda de un microscopio electrónico, de un CD-Rom en el que se encuentran guardadas imágenes de períodos importantes en la vida de Llanas.
Las líneas que surgen de esta manera las pinta sobre el lienzo con total exactitud. Los textos los extrae de manuscritos históricos, como por ejemplo del taoísmo o de la mística Hildegarda de Bingen. Son textos que han conmovido al español y con los que se siente identificado. Llanas los transfiere al lienzo mediante serigrafía; en otras obras, escribe estos textos a mano.
Los objetos redondos en “Codex XII” son castañuelas y giroscopios. Este tipo de elementos, levitando de forma surreal y enigmática, constituyen lo único figurativo en los cuadros de Llanas.
El pintor de Motril (Granada) pretende impulsar al espectador a descifrar el código. En la obra “Codex I”, realizada en tonos verdes y beiges, resaltan pequeños pájaros de gomaespuma.
Los colores de los cuadros los elige intuitivamente. En “Codex XII” escogió el rojo como color base porque cuadra con el flamenco de su tierra natal, al que ya remiten las castañuelas.
Lo único gestual son las gruesas manchas blancas que el artista ha lanzado sobre la chillona superficie a modo de dripping. Así añade a la obra su firma y dinámica personal.
Lo inusitado es que el lienzo está tensado sobre una tabla de madera, en lugar de un marco. Además, no existe arriba o abajo, sino que el cuadro puede colgarse en cualquier orientación. Con su codificación, Antonio Llanas tiene como objetivo que el espectador pueda dejar rienda libre a su imaginación.
